Oda a la vitamina es una instalación conformada por diez piezas en cerámica esmaltada que representan calabazas a escala natural, dispuestas sobre una tabla sostenida por dos caballetes. El tipo de mesa está relacionado con el taller de artista, con el proceso de trabajo. A la vez, la disposición de las piezas sobre una mesa evoca un clima cotidiano, cercano al espectador.
Pienso la instalación como un micro relato dentro de mi universo personal, que habla del vínculo entre hermanas. Explora la simbología de la calabaza como fuente de vida y su incorporación como alimento en tanto nutrición del cuerpo y gesto de amor por parte de personas queridas. Si bien la obra surge a partir de vivencias personales, no se enfoca en explicitarlas, sino en suscitar lecturas en múltiples claves.
El fruto crece arrastrándose sobre la tierra, materia prima de las piezas. La cerámica se vincula con algunos alimentos, que necesitan de la cocción para ser ingeridos. Al rastrear la etimología de la palabra ‘vitamina’, encontramos ‘vita-mina’: se trata de nutrientes esenciales para poder vivir que, por no estar presentes en nuestro organismo, debemos incorporar desde afuera, de un otro. Cómo aprender a alimentarnos puede cambiar nuestra vida, no sólo por el hecho fisiológico en sí, sino porque el acto de amor recibido se torna amor propio y nos acompaña por siempre.
La mayoría de las piezas representa frutos enteros. Aludiendo a los nutrientes que se encuentran dentro de la calabaza, algunas piezas fueron cortadas y modeladas, revelando el interior.
Otras piezas, por su parte, presentan abolladuras o perforaciones, lo que permite que entren en contacto entre sí, sugiriendo que las formas cobran vida animada.
¿Por qué hablar de una oda y no de un ‘home-naje’? La naturaleza de esta obra es femenina, como la forma de la calabaza y como la historia personal con la que se conecta. Como notas musicales en una oda, estas calabazas proponen celebrar la vida.
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